¿De qué hablamos las mujeres cuando hablamos de sexo?

Pues a diferencia de los hombres que nos dedicamos esencialmente a la métrica (centimétrica) monocorde , se ve que ellas hablan sobre vivir solas o en pareja, de homo y heterosexualidad, del orgasmo, de las fantasías, del sexo con o sin amor, de la afectividad y sus combinaciones y fronteras; de los límites. Y todo ello a un nivel y una sinceridad que a uno le hace pensar si éste grupo de mujeres representa al género o bien es una muestra estadísticamente sesgada...


En un momento, en que en el mundo en general y en Internet en particular, la sexualidad es vista muchas veces (con honrosas excepciones, Petite Claudine, Reverse Cowgirl’s ...) desde una perspectiva masculina, hipermástica -si no existe esa palabra alguien tenía que inventarla-, con un enfoque de grano grueso, plana, sin matices, de chascarrillo y tópico, escuchar hablar (pues se trata de la trascripción directa de doce conversaciones, incluso con giros idiomáticos y gazapos semánticos), a un grupo de 17 mujeres anónimas, explicando sus experiencias, su realidad y contradicciones con toda la riqueza de matices, ayuda más a la comunicación entre géneros que muchos sesudos informes y ensayos e invita a la reflexión, a la opinión y al debate.
Entresacar un párrafo, a un libro tan lleno de matices, no es hacerle justicia, pero me arriesgo.


Por ejemplo, en el capítulo dedicado al orgasmo, Cuando Alicia explica a sus compañeras que lo descubrió tardíamente, a base de gimnasia y que puede tener orgasmos a voluntad, sólo poniendo en tensión los músculos abdominales y contrayendo la vagina (¡atentas chicas!). Comenta:

...’He llegado a dominar tan bien el mecanismo que puedo tenerlos en público, en el autobús, por ejemplo, o en medio de una reunión, sin que nadie se entere’.
-Tienes que hacernos una demostración, vuelven a pedirle todas.
-Me moriría de vergüenza, pero alguna vez lo haré delante de vosotras y os lo diré después.
-¡Así no vale!, ¡Queremos saberlo de antemano – se oye protestar a alguien.
-Bueno, ya veremos, - las tranquiliza Alicia-. Cuando tengo uno de esos orgasmos que me cuesta creer que los demás no lo noten porque yo siento que me tiembla el vientre, me oigo respirar profundamente y, sobre todo, no entiendo como no se dan cuenta al final, cuando tengo ganas de gritar con un tono más agudo del que me permite mi voz y vuelvo el grito hacia dentro y me baja hacia las piernas, que se cruzan con fuerza mientras hago como si me colocara la falda. Pero nadie se entera. –La expresión de incredulidad de Alicia refuerza sus palabras-. Cuando pude, al fin, tener orgasmos con otros, descubrí que me resultaba tan fácil que me fastidia que mi compañero lo busque con ansia.
Porque lo que yo deseo de mi pareja es lo que no puedo hacer sola –explica con pasión-. Y cuando mi amante me pregunta: ‘¿qué quieres que te haga?’, me gustaría enviarlo al extremo más alejado de mi cuerpo para que llegara sin ninguna prisa, casi como olvidando su destino. Pero mis amantes no parecen entender, o no saben entretenerse o yo no sé dejarlos, porque me da apuro abandonarme y temo que se aburran. Quizá es que se preocupan más por mi orgasmo que por mi placer. Cuando me preguntan, quisiera responder que prefiero el viaje a Itaca que un fin de semana en Eurodisney...