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y tecnología ¿clasificadas? por un cronopio
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RAYUELA
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Cap 128
Nous sommes quelques-uns à cette époque à avoir voulu attenter aux choses, créer en nous des espaces à la vie, des espaces qui n'étaient pas et ne semblaient pas devoir trouver place dans l'espace.
ARTAUD, Le Pèse-nerfs.
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Rayuela - Julio Cortázar Cap.128 (completo)
Hay ocasiones en que un sueño puede ser premonitorio, un anticipo de algo que, con el paso de los años, acabará sucediendo.
En el sueño, la realidad y la fantasía se mezclan. Es un estado que abre la puerta de entrada a un mundo de creatividad insospechada.
Cuántas veces, en sueños, hemos descubierto soluciones o alternativas a un tema que nos ha preocupado el día anterior, o hemos imaginado una nueva forma de enfocar una situación o un asunto concreto, o simplemente, de súbito, ha apareciendo una idea de la nada.
Todos vivimos así, en la duermevela, sueños que mezclan la realidad, la experiencia vivida, con la fantasía. La conciencia - desatado el Yo - deja de filtrar, caen las censuras del consciente, la educación, la religión, la experiencia y el sentido común, y entramos en un mundo surrealista, en que toda asociación o ‘vivencia’ nos es permitida.
Cuando ello sucede, podemos vivir los escenarios más absurdos con total realismo, y, según la teoría del sueño, es en estos momentos cuando descargamos las tensiones diarias, nos preparamos para una nueva jornada, recargamos las pilas de la mente, y se realizan la asociaciones neuronales que reforzarán determinados recuerdos, mientras que otros, por el contrario, iniciarán un tortuoso - pero no siempre irreversible - camino hacia el olvido.
Todos hemos tenido sueños, de los que, de despertar en la fase adecuada, recordaremos, con todo lujo de detalles, incluso los matices más ínfimos, aunque por desgracia, lo ‘vivido’ en una fase del sueño, se olvida en la siguiente, y al despertar, después de varios ciclos de descanso-actividad, apenas recordemos nada de lo soñado.
Pero en afortunadas ocasiones no es así. Un súbito despertar ‘no programado’, hace que se nos revele con inusitado realismo lo soñado, como le sucedió a un amigo muy próximo, que como se deducirá, vive absorbido por el mundo de los ordenadores…
Esa noche, mi amigo, soñó, que se había convertido ¡en el cursor del Word!, vivía apretujado entre letras que le despreciaban por su minúscula e indefinida entidad. Avanzaba a trompicones por doquier, y cuando el buffer de caracteres se llenaba y descargaba media línea de golpe, el brutal empujón le zarandeaba sin piedad de un lugar a otro de la pantalla. Un simple clic de ratón le desplazaba abruptamente y sin ninguna previsión posible hacia cualquier punto...
En definitiva encarnar un cursor, esclavo y recluido en un monitor, no parecía ser un oficio especialmente atractivo y relajante, sino más bien un constituía un trabajo estresante y penoso, sujeto a lo caprichosos e imprevisibles vaivenes del ratón, los buffers, los dipositivos y, en fin, de los actos de un caprichoso usuario absolutamente desconocedor e indiferente a su terrible drama.
Mi amigó despertó angustiado y feliz a la vez, al ver que su minúsculo estado había mejorado aparentemente, devolviéndole a la cotidiana realidad de seguir siendo un artesano, un buen amanuense, escritor de código, con un yo un poquitín mayor que un cursor, pero, igualmente zarandeado en su vida real por tantos y tantos elementos externos, que seguía sin controlar en absoluto.
Este recuerdo, relegado a capas más bien profundas de mi pobre memoria, ha aparecido bruscamente, cuando he visto en la red, cómo por la noche, se está poniendo de moda ejecutar programas de juegos, utilizando como macro-interfase gráfica grandes edificios, en que cada sala, cada ventana, es un píxel, convirtiéndolos así en improvisados monitores, donde jugar espectaculares partidas del más clásico tenis de mesa, Comecocos o Tetris.
Podríamos decir que aquel sueño de mi amigo, se hizo realidad, y hoy ya podemos vivir y sufrir dentro de un píxel, con nuestra intimidad, nuestro pobre y minúsculo destino al albur de un mágico e invisible ratón que alguien, totalmente ajeno a nosotros, displicentemente controla desde el otro lado de nuestra vida.
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      Agradecimientos:
A mr. Justerini & mr. Brooks por desabrocharme un rato la camisa de fuerza
los martes y viernes; es un palo teclear con la nariz el resto
de la semana, días en que, agradezco a cosa de la familia Addams
por echarme su mano con las teclas mayúsculas y alternativas.