La hormiga Teleutomyrmex Schneideri encarna probablemente el caso de parásito social más extremo y especializado que se conozca. No trabaja como obrera, puesto que apenas tiene mandíbulas con que arrastrar la comida, no puede ejercer de hormiga - soldado ya que carece de aguijón y de glándula de veneno, no puede explorar el terreno ni orientarse, porque su sistema nervioso está degenerado, tampoco puede desplazarse, carece de glándulas maxilares y metapleurales. Por ello es ABSOLUTAMENTE INACTIVA.
Aún así, se desarrolla sin problemas, ya que vive toda su vida, con su cuerpecillo débil y degenerado PEGADO a la espalda de otras especies de hormigas (Tetramonium Caespitum – hormiga espańola- y Tetramorium Impurum).

Para ello, dispone de unas poderosas y especializadas garras, y su propio cuerpo, deforme y cóncavo en la parte ventral, encaja a la perfección con la espalda de su víctima – anfitrión. Cuando ésta, exhausta, fallece, simplemente se sube a la siguiente que pase cerca. Para ello, segrega mediante un gran número de glándulas unicelulares, situadas bajo la cutícula, una sustancia química que clona el mensaje del hormiguero, confunde a la hormiga anfitriona y provoca que ésta termine llevándola toda su vida a la espalda, y la limpie y la alimente cuando se lo solicite.

Cada sucesiva generación de Teleutomyrmex Schneideri incrementa su inoperancia e inanidad, es más improductiva y acelera la degradación y la desaparición de la sociedad (de hormigas) en que se ha instalado.

En resumen, la naturaleza nos muestra que para que un grupo de individuos determinado prospere como parásito de una sociedad deben darse dos condiciones: Disponer de una población de víctimas – trabajadoras a embaucar, suficientemente grande, y emitir las seńales apropiadas de gregarismo para embotar la conciencia, su discernimiento y la capacidad de decisión.