El lunes pasado me perdí la peli ‘Space Cowboys’ en el Plus, como era plausible, ya que, aparte de no ver demasiada televisión, hace tiempo que me di de baja en los canales de pago (por cierto, que fue más difícil que salirse de una secta, y mientras tanto, los recibos iban cayendo...).

El caso que relata la película – que insisto, no he visto y por lo tanto no valoro- , es rigurosamente cierto: el primer vuelo tripulado del proyecto Daedalus (Mercury en la historia real) , hasta el último momento no se decidió si lo dirigiría un piloto de pruebas o un chimpancé adiestrado a base corrientes eléctricas en las plantas de los pies...

Pero, vayamos por partes y situemos los antecedentes de la historia real: el 4 de Octubre de 1957, en plena guerra fría, la unión soviética lanza el Sputnik, un satélite artificial de 58 centímetros de diámetro y 83,6 kilos peso , en flagrante humillación y desafío a los Estados Unidos que ven cómo un objeto construido por manos y cerebros comunistas surca su cielo cada hora y media.

El gobierno americano reacciona para detener la paranoia colectiva, crea la NASA, y en un golpe de efecto decide ‘lanzar’ un hombre al espacio , aunque ello sólo consista, esencialmente, en meterle un petardo inmenso bajo el culo, encender la mecha, elevarlo al máximo en vuelo balístico eufemísticamente llamado suborbital, y dejarlo caer de nuevo.

Pero, żvalía la pena arriesgar una vida humana en aras del márketing político?, hoy la respuesta sería sin duda afirmativa, pero en 1959 quizás quedaba aún un atisbo de racionalidad en las mentes de los directores del proyecto. La NASA, en secreto, había adiestrado un grupo de cuarenta chimpancés en el laboratorio de Holoman, mediante técnicas de ‘condicionamiento operativo’, basado en las teorías conductistas del psicólogo B.F.Skinner, y, mediante un simulador, los primates habían aprendido a gestionar el equipo (tampoco había tanto que hacer) casi con la misma rapidez y eficacia que un piloto. Las únicas secuencias que no necesitaban aprender eran las de anulación de vuelo y emergencia...

Uno de los chimpancés, el numero 61, bautizado como Ham (Acrónimo de Holloman Aerospace Medical Center) pilotó con éxito el 31 de enero de 1961 el primer vuelo de prueba del Mercury.


Lógicamente, los mayores ofendidos con el acontecimiento fueron los siete aviadores preseleccionados para pilotar la nave, con miles de horas de vuelo, que, sometidos a duros entrenamientos demostraron sobradamente su capacidad, - habían sido pinchados, centrifugados, volteados, presurizados y despresurizados, achicharrados, gaseados y congelados hasta el límite de la resistencia humana, todo ello, dentro de una escafandra asfixiante, cargados de cables , electrodos y con un termómetro metido en el culo - , para ver, cómo, finalmente, su superespecializado trabajo podía ser realizado por un chimpancé adecuadamente entrenado.

El premio para aquellos pilotos era satisfacer su ego y alcanzar la gloria, para el simio, que no le torturasen más con dolorosísimas descargas eléctricas en las plantas de los pies.

Sólo por los pelos, ganaron los pilotos. Alan Shepard, uno de los siete preseleccionados, fue finalmente catapultado a la fama y al espacio el día 5 de mayo de 1961 en Cabo Cańaveral. No era el primero , ni el segundo. Un chimpancé antes (31 de enero), y la unión soviética con Juri Gagarin, después (12 de abril), se le habían adelantado.

Ésta historia, contiene tantas metáforas que la hacen extraordinariamente seductora.

Imagino que, al igual que los simios, potentes electrodos con oscuras interconexiones, en los pies de los políticos , teledirigen frecuentemente sus actos; los vaivenes de los fondos de patrocinio y de los índices de popularidad pueden ser para ellos incluso más dolorosos que la más potente descarga eléctrica.

Por otro lado, la realidad imita al arte y demuestra a los funcionarios, empresarios, generales o presidentes del gobierno que se creen mesiánicos en sus decisiones e irreemplazables en su actividad, que nadie es insustituible, y que además, el sustituto, según cómo, puede llegar a ser hasta un chimpancé.

Aunque, por otro lado, ˇqué tentación, la de devolver el mico a su selva y dejar a algunos próceres orbitando sine die al relente galáctico, con electrodos en los pinreles!.